domingo, 3 de abril de 2011

Hacen falta manos para la Obra de Dios en Chile

¿QUIENES SON LAS "HIJAS DE SANTA ANA EN CHILE?

Las Religiosas Hijas de Santa Ana, en Chile, somos una pequeña porción de la Iglesia, llamadas a consolar a los hermanos más necesitados y así continuar sirviendo a Cristo, que nos URGE a Evangelizar.
Nuestra Fundadora, la Beata Rosa Gattorno, ha querido legar a nosotras sus hijas en esta larga, hermosa  y angosta faja de tierra,  que es Chile, tierra siempre fecunda extender el Reino de Dios.

QUIEN ES NUESTRA FUNDADORA?

LA BEATA MADRE ROSA GATTORNO                     
Conozcamos un poco de Ella:

Nació en Génova el 14 de octubre de 1831, de una familia de condición económica acomodada, de buena posición social y de profunda formación cristiana. Fue bautizada el mismo día, en la Parroquia de San Donato, con el nombre de Rosa María Benedetta.

En el padre Francisco y en la madre Adelaida Campanella, ella como sus otros cinco hermanos, encontró los primeros formadores esenciales de su vida moral y cristiana. A los doce años recibió la confirmación en Santa María de las Viñas, de manos del Arzobispo Cardenal Plácido Tadini.

Durante su juventud, le fue impartida la instrucción en casa, como era usanza en las familias acomodadas del tiempo. De carácter sereno, amable, abierto a la piedad y a la caridad, sin embargo firme, supo reaccionar ante la conflictualidad del clima político y anticlerical de la época, que afectó también a algunos componentes de la familia Gattorno.

A los 21 años (5 de noviembre, 1852) , contrajo matrimonio con su primo Jerónimo Custo y se trasladó a Marsella. Una imprevista crisis financiera turbó muy pronto la felicidad de la nueva familia, obligada a volver a Génova marcada por la pobreza. Desgracias aún mas graves la amenazaban, su primera hija Carlota afectada de una improvisa enfermedad quedó sordomuda para siempre; el tentativo de Jerónimo para hacer fortuna en el extranjero se concluyó con el regreso, agravado por una funesta enfermedad; el gozo de los otros dos hijos fue profundamente turbado por el fallecimiento del marido, que la dejó viuda a menos de seis años de casada (9 de marzo, 1858) y después de algunos meses la pérdida de su último hijito.
El apremiar de tantos acontecimientos tristes, marcó en su vida un cambio radical que ella llamará "su conversión" a la oferta total de sí al Señor, a su amor y al amor del prójimo.
Purificada por las pruebas, pero fuerte en el espíritu, comprendió el verdadero sentido del dolor, enraizándose en la certeza de su nueva vocación.



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