domingo, 3 de abril de 2011

¡ ERES SEMILLA DEL SEÑOR, EN SU CAMPO FECUNDO¡

El Santo Padre Pío IX, en la audiencia del 3 de enero de 1866, la exhorta en cambio a iniciar de inmediato la fundación, agregando: "Este Instituto se extenderá rápidamente en todas las partes del mundo; Dios pensará en tus hijos, tú piensa a Dios en su obra". Aceptó, entonces, cumplir la voluntad del Señor y como después escribió en sus memorias: "con generosidad hice a Dios la oferta y le repetía las palabras de Abraham: "Héme aquí para cumplir tu voluntad "… me ofrecí víctima por su obra y recibí consolaciones muy grandes…".
Superadas las resistencias de los parientes y abandonadas las obras de Génova, no sin disgusto de su Obispo, da inicio en Placencia a la nueva Familia Religiosa que denominó definitivamente "Hijas de Santa Ana, Madre de María Inmaculada" (8 diciembre 1866). Vistió el hábito religioso el 26 de julio de 1867 y el 8 de abril de 1870 emitió la profesión religiosa junto a doce hermanas.
Madre Rosa, Gattorno confiada totalmente a la Providencia divina y animada desde el principio de un valeroso impulso de caridad,  dió inicio a la construcción de la "Obra de Dios", como la había llamado el Papa y como la llamará siempre también ella, elegida para cooperar, en espíritu de donación materna, atenta y solícita hacia las diversas formas de sufrimiento y de miseria moral o material, con la única intención de servir a Jesús en sus miembros adoloridos y heridos y de "evangelizar ante todo con la vida".

Da inicio a varias obras de servicio para los pobres y enfermos de cualquier enfermedad, para las personas solas, ancianas, abandonadas; los pequeños e indefensos; las adolescentes y las jóvenes "en peligro" a quienes proveía una instrucción adecuada y la sucesiva inserción en el mundo del trabajo.

A estas formas, se agregan muy pronto la apertura de escuelas populares para la instrucción de los hijos de los pobres y otras obras de promoción humano-evangélica, según las necesidades más urgentes de la época, con una efectiva presencia en la realidad eclesial y civil. Llamaba a sus hijas "Siervas de los pobres y ministras de la misericordia" y las exhortaba a acoger como signo de predilección del Señor el servicio a los hermanos, cumpliéndolo con amor y humildad: "Sean humildes… piensen que son las últimas y las más miserables de todas las creaturas que prestan su servicio a la Iglesia, de la cual tienen la gracia de formar parte".

1 comentario:

  1. quisiera correr por doquier y gritar fuerte para que todos vengan a amarte".

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